La verdad de vergüenza brotó en una discusión de calle entre una hija y su padre. Ella tenía 19 años y el se había separado de su madre para concubinarse con una chica de 18 años. Quiso el destino que se cruzaran en la plaza de Yrigoyen diecisiete días entrado el 2009. Tal  parece que la hija adolescente hubiera aceptado a la potencial madrastra un año menor, hubiera tolerado que estuviese embarazada de un potencial hermano nuevo, pero lo que no se bancó fue el celular de última generación que tenía siendo que no pasaba un mango a la casa con la excusa que no le habían pagado. El reproche incluyo arrancarle el aparato y romperlo en mil pedazos. Hubo un escándalo de manos que terminó en la comisaría.
     Fuera de sí la chica escupió el carozo atragantado que el viejo no era mal padre porque le había pagado ahora sino porque antes la HABIA VIOLADO PERTINAZMENTE DE LOS 12 A LOS 16 AÑOS con la impunidad de su poder patriarcal.
     El reproche, por lo extemporáneo, se olía fruto de un exceso de bronca. A no ser porque la madre lo avaló con el testimonio de hundir el Titanic que ella misma había pescado al ex marido copulando de sentado con la hija de ambos en una pieza de los fondos en el año 2001. Episodio disparador del derrumbe familiar sofocado en aquella oportunidad con la promesa que nunca más iba a pasar. Promesa que no se cumplió de acuerdo a la chica.
     El inconfesable amor, contó, se repitió en cuanta ocasión furtiva encontraba su padre que la llevaba a las colonias en moto, en autos prestados, en los camiones que manejaba, para consumar lo que explicaba como una alteración de los hombres por tener sexo. En los yuyos, en el agua de los canales, entre la leña que cortaban en el bosque, detrás del cementerio de la loma, una y otra vez contra su asco de niña imposibilitada de reaccionar ante quien le había dado la vida.
     Los abusos se los había narrado a una amiga confidente que declaró en la causa. Así como también sus hermanos marcados por ese maremágnum hogareño que derivó de cuando la mama lo pescó al papá en una silla con su hija moviéndose encima.
    Víctor DG de 38 años, alias el “Loco” fue procesado en septiembre por abuso sexual agravado por el vínculo con aprovechamiento de la inmadurez sexual de la victima. Este ex chofer del Ingenio quedará preso hasta juicio con un embargo de $ 3.000 sobre sus bienes para cubrir los gastos.