SETENTÓN CELOSO ACERTÓ ESCOPETAZO EN LA CARA A TREINTAÑERO POR BESARLE A LA MUJER DE SESENTA Y TRES        Los celos no tienen edad. Es escozor del alma que alerta engañifas de amor reales o imaginarias. Son una mecha que se enciende y no se sabe cuando va a estallar. Con los años, es dable suponer, se aplacan. Habrá que decir que no siempre atento a la crónica de un hecho registrado en Yrigoyen la sobremesa del segundo día del 2010.      "ME MANDÉ UNA MACANA... ME HAGO CARGO !" dijo Francisco Javier Diaz de 70 años llegada la policía a su casa de Belgrano al 100 en el barrio San Cayetano pasadas las dos de la tarde. Todavía le temblaban las manos de apretar el gatillo de su escopeta del 16 contra un hombre que acababan de llevar al hospital con media cara volada.      El vizcacheado era Juan Cabrera de 33 años, un changarín contratado por Damiana Timotea, la esposa de Diaz, para hace limpieza. La mujer tiene 63 años. Vive en Salta Capital y viene cada tanto. Su marido aduce que la sorprendió besándose con el chango, treinta años menor. perdió los estribos. Dice mas, que ella siempre lo provoca llevando jóvenes amantes a la casa.      Traumatismo facial y craneal con pérdida de ojo izquierdo es el diagnóstico de Cabrera que es derivado a Salta Capital. El septuagenario detenido es acusado de tentativa de homicicio y tenencia ilegítima de arma de fuego de uso civil. La escopeta la entrega el vecino que la recibió humeante de un Diaz perplejo. Secuestran el cartucho percutado, varios perdigones, y fotografían los charcos de sangre en el comedor donde se ven cobre la mesa dos platos con restos de comida.      La sexagenaria reputada infiel culpa del aterrador desenlace a la chifladura senil de su marido que a ninguna aventura amorosa. Alega que le sirvió de comer al muchacho que trajo a limpiar la casa. Tumbado de un escopetazo sin comerla ni beberla. En contra de sus dichos y a favor de papá salió un hijo de la pareja dando testimonio que la mamá siempre lo sacaba de quicio apareciendo con changos en el domicilio, hasta que enloquecido de celos explotó. Y de que forma.